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El calendario fiscal se vuelve a mover: Verifactu se retrasa.
Hacienda ha decidido aplazar un año la entrada en vigor de Verifactu, el sistema de facturación electrónica que estaba previsto para convertirse en obligatorio en 2026 y que finalmente no verá la luz hasta 2027. El anuncio llega en un momento en el que muchos profesionales ya estaban invirtiendo tiempo y dinero en adaptar su software de facturación.
El retraso no es un detalle menor. Para entender su impacto real conviene mirar qué pretende Verifactu, por qué se pospone y cómo afecta a quienes trabajan por cuenta propia.
¿Qué es Verifactu?
Verifactu es el nombre que el Ministerio de Hacienda ha dado al nuevo sistema de facturación electrónica destinado a autónomos y pymes. La idea de fondo es evitar manipulaciones, asegurar la trazabilidad de cada factura y reducir la economía sumergida. En la práctica, el modelo obliga a que cada factura pase por un canal seguro, con un registro automático que impida alteraciones posteriores.
En los últimos meses, muchas empresas de software han desarrollado herramientas compatibles, y muchas asesorías han organizado sesiones formativas para preparar la transición. Por eso la noticia ha sorprendido a buena parte del tejido empresarial.
¿Por qué se aplaza la entrada en vigor de Verifactu?
Según fuentes del sector, el motivo principal está en la necesidad de dar más margen a las empresas tecnológicas y a los propios contribuyentes. La implantación exige cambios profundos: actualización de programas, adaptación de hardware, formación interna y pruebas de compatibilidad, lo que supone una gran dificultad de adaptación para empresas, sobre todo pequeños comercios.
El Gobierno quiere evitar que la norma genere problemas operativos o que conlleve más carga de la necesaria en su arranque. Por eso, el nuevo plazo apunta a 2027, aunque aún está por concretarse la fecha exacta en el calendario.
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Qué supone este retraso para autónomos y pymes
Para muchos, esta prórroga es un auténtico respiro. Había mucha inquietud, sobre todo en negocios pequeños que trabajan con herramientas básicas y ahora tendrán un año más para modernizar sus sistemas.
Este margen extra permite:
- Revisar con calma qué software utilizar.
- Comparar opciones y evitar compras precipitadas.
- Organizar la formación de empleados.
- Adaptar procesos internos sin prisas ni improvisaciones.
No obstante, debemos recordar que, tarde o temprano, Verifactu será obligatorio, y posponer la adaptación puede generar presión cuando llegue la fecha definitiva.
Cómo deberían prepararse las empresas desde ya
Aunque el calendario se haya movido, lo prudente es adelantar trabajo. La experiencia de otras implantaciones tecnológicas, como TicketBai en el País Vasco, deja una lección clara: quien se preparó con antelación sufrió menos a la hora de la verdad.
Algunas pautas razonables para ir tomando posiciones:
- Revisar el software actual de facturación.
No todos los programas podrán actualizarse a Verifactu con facilidad. - Pedir información a la asesoría o departamento contable.
Ellos son quienes mejor conocen las obligaciones reales y los plazos. - Valorar proveedores tecnológicos.
Muchas empresas ya ofrecen soluciones certificadas o en fase avanzada. - Actualizar procesos internos.
Facturar de forma más ordenada y homogénea facilitará la transición. - Estudiar ayudas y deducciones.
Algunas comunidades suelen lanzar programas de digitalización que pueden cubrir parte de la inversión.
¿Es un retraso positivo?
La reacción en el sector es variada. Quienes dependen de herramientas simples o trabajan solos lo ven como una noticia positiva: más tiempo para adaptarse. En cambio, empresas que ya habían hecho inversiones importantes comentan cierta sensación de incertidumbre. En cualquier caso, la prórroga también permite que Hacienda afine aspectos técnicos, resuelva dudas abiertas y ajuste los requisitos para simplificar la vida de los contribuyentes.
Un año decisivo
Hay algo que tenemos claro: quienes empiecen a prepararse desde ya llegarán al nuevo escenario con ventaja. Y, sobre todo, sin la presión que suele acompañar a las obligaciones tecnológicas impuestas por calendario.
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