Bienes libres

En el ámbito económico se utiliza el concepto de bienes libres para incluir todos aquellos que no tienen un precio establecido ni un valor económico para ser comercializados, si bien, esto no quiere decir que no tengan ningún tipo de valor.

Por ello, no generan ninguna rentabilidad, no poseen dueño y son libres para que puedan ser usados por el entorno que los rodea.

Esto es así porque se encuentran de manera ilimitada o casi ilimitada en el ambiente. Además, no sufren ningún proceso de producción.

Ello implica que no se racionalice su consumo, puesto que no tienen mercado ni precio. Ejemplos de bienes libres podrían ser el sol o el aire.

El concepto contrario a los bienes libres son los bienes económicos, ya que, estos últimos son escasos y tienen un valor económico que puede ser traducido monetariamente. En ese sentido, tienen mercado, y, por tanto, es necesario pagar un precio para poder acceder a ellos. 

Como características de los bienes libres podríamos decir que son creados por la naturaleza, son abundantes, gratuitos, intransferibles, no tienen propietario ni valor de cambio, tienen valor de uso y tienen utilidad. 

Además, pueden ser materiales o inmateriales. Como ejemplo de los bienes materiales podemos encontrar el agua del mar, y, en el caso de los bienes inmateriales, podemos citar el viento o la luz natural.  

Otra característica importante de este tipo de bienes es que no tiene coste de oportunidad, es decir, no tenemos que dejar de consumir o producir otro bien para consumir el bien libre, y, además, tampoco dependen de la demanda que haya. 

Estas dos últimas características las comparten con los bienes económicos, y, por tanto, tanto los bienes libres como los bienes económicos sirven para satisfacer necesidades

Aunque los bienes libres no requieren del proceso productivo, algunas empresas lo transforman para, con posterioridad, ponerlos a la venta en el mercado. Esto puede pasar con la luz solar, la cual se transforma en energía solar y, con posterioridad, es comercializada.  

De igual forma ocurre con la energía eólica: el viento es un bien libre, pero al convertirlo en energía se convierte en un bien económico. 

La paradoja de los bienes libres es que no debemos descartar que en algún momento un bien pierda su condición de libre. 

Por ejemplo, aunque el agua es un bien libre, el agua dulce y potable es un bien económico, ya que en esta forma no es tan abundante y, por ello, comienza a explotarse y comercializarse. 

El agua del río es agua dulce, pero no es potable, por ello, seguimos hablando de un bien libre. En cambio, en cuanto esta agua pasa el proceso de filtración, y acercarla al consumidor a través de tuberías o por medio de embotellamiento, ya pasa a ser un bien económico. 

Otros ejemplos de bienes libres podrían ser la arena de la playa, las piedras, las hojas de los árboles, el sonido de una catarata, la imagen de un atardecer, o incluso, la lluvia en época de sequía. 

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