“Capital semilla” es un término utilizado para referirse a la financiación en fases iniciales de negocios y proyectos empresariales; un inversor accede a un porcentaje del capital de una empresa a cambio de financiación.
El capital semilla puede incluir opciones como la financiación familiar, la de un entorno cercano (friends), los propios fundadores, la “financiación ángel” (business angels) o incluso el crowdfunding. Sin embargo, al hablar de capital semilla lo más habitual es hacer referencia a los business angels: como ya hemos visto en otras publicaciones -“Business angels: en busca de la inversión perfecta”– son personas con un amplio conocimiento empresarial y con alta capacidad de inversión que impulsan el desarrollo de proyectos empresariales; se diferencian de los inversores tradicionales (y de capital riesgo) en su implicación en la gestión de la empresa.
Cabe destacar que en los últimos años estamos asistiendo a una creciente actividad de otros “elementos” que pueden acompañar de forma paralela al capital semilla: nos referimos a las incubadoras y aceleradoras (organizaciones diseñadas para acelerar el inicio y el crecimiento de proyectos emprendedores a través de una amplia gama de recursos y servicios).
Otro aspecto fundamental son las rentabilidades esperadas por los inversores: buscan obtener un retorno significativo -como mínimo diez veces lo invertido- de las empresas exitosas a las que aportan su capital, alrededor de un 10 o un 20%, ya que la mayoría de los proyectos en los que invierten, un 50 o 60%, suelen fracasar. El resto (el 30 o 40%) son las llamadas “empresas zombis”: negocios que pueden mantenerse vivos durante varios años sin retorno significativo.
Por tanto, ¿qué buscan los inversores dispuestos a aportar capital semilla? Que el proyecto sea viable económicamente, escalable (con mucha capacidad de crecimiento), normalmente de base tecnológica, y de carácter innovador, con diferenciación respecto a productos o servicios ya disponibles en el mercado.